PROTOCOLOS DE BIOSEGURIDAD PARA ANFIBIOS
Aunque ya hay una clara tendencia a adoptar los protocolos de bioseguridad al tocar o manejar anfibios, aún hay mucha gente que no los conoce o decide ignorarlos y no quiere acatarlos por diversas razones.
Pero ¿Qué indican esos protocolos, y por qué es importante comprenderlos y seguirlos?
Antes que nada, hay que entender varios factores. Primero, cómo funciona un anfibio. Sabemos que los anfibios (AMPHIBIA) son los únicos vertebrados cuya piel no está protegida por ninguna capa externa (como escamas, plumas o pelos), sino que está completamente desnuda y usualmente húmeda (excepto en los sapos). Entonces ¿Cómo se protegen de los agentes patógenos externos? Pues muchos de ellos poseen protecciones muy elaboradas contra bacterias, virus y hongos en forma de compuestos antibióticos naturales en la piel, que, debido a la adaptación a sus biomas por millones de años, funcionan bien y de hecho, se están estudiando como posibles compuestos antibióticos de uso para humanos. Sin embargo, no todos los anfibios poseen esta protección natural contra todos los patógenos, y menos actualmente, cuando éstos viajan a velocidades incalculables (evidentemente ayudados por el ser humano). Si una rana, durante millones de años, ha evolucionado una protección contra los hongos patógenos con los que cohabita, ¿qué pasa si los humanos (de manera accidental e involuntaria) trasladamos e introducimos un hongo de otra zona en el hábitat de la rana? Pues que se puede volver patógeno, y la rana morirá, al no estar adaptada y no haber tenido tiempo de desarrollar una protección a través de su piel.
Pero, ¿por qué los humanos podríamos desear eso, llevando nuevos hongos patógenos a donde no existían? Pues en verdad no es que queramos, sino que no nos damos cuenta. Los hongos, así como otros patógenos invisibles (bacterias y virus) están en el medio ambiente, y generalmente, todos los organismos que cohabitan con ellos están adaptados y por ello no mueren. El mismo caso que se dio en la conquista de América. No fueron 200 soldados españoles quienes acabaron con imperios enteros, sino los virus y bacterias que llevaban, a las que ellos estaban adaptados, pero no los habitantes nativos. De la misma manera, el famoso hongo quítrido fue introducido de manera involuntaria en múltiples lugares del mundo, por gente que lo último que deseaba, era acabar con esos animales.
En los años 80 y 90 del siglo pasado, los investigadores empezaron a reunir piezas del puzzle, armando el rompecabezas y empezando a determinar que en muchas zonas de todo el planeta, los anfibios que antes eran comunes, habían desaparecido o estaban haciéndolo a un ritmo acelerado. Incluso una investigadora previó cómo una ola (efecto tsunami) de este hongo patógeno que sólo se describió en 1999, acabaría con poblaciones casi completas de anfibios en Costa Rica y Panamá. Actualmente, el hongo está distribuido por todo el planeta. Después de devastadoras extinciones de múltiples especies (muchas de ellas en el Neotrópico=Latinoamerica) parece que ya este hongo no es tan catastrófico, o mejor dicho, los sobrevivientes de muchas especies que redujeron extremadamente sus efectivos, han podido adaptarse y en algunos casos se están recuperando. Pero los números son de escándalo. Por ejemplo, en nuestra investigación sobre Atelopus varius en Costa Rica (Barrio-Amorós et al. 2021) hemos visto que de 166 poblaciones conocidas antes de la debacle, sólo 8 sobreviven actualmente, y tal vez solo una se encuentre totalmente fuera del peligro de extinción.
Pero el problema no es solo esta zoonosis (=pandemia), sino que actualmente mucha más gente se encuentra en el campo, en la naturaleza, llegan más lejos y pueden propagar muchísimas enfermedades que pueden afectar a los anfibios u otros organismos, sin saberlo. Nadie sabe lo que un humano lleva consigo, pero pueden estar seguros que en nuestra piel habitan millones de bacterias, hongos y virus, que no son nocivos para nosotros, pero sí lo pueden ser para otros seres que no están adaptados.
Por tanto, tenemos que ser precavidos, ya sabemos que las pandemias ocurren, ya sea a nivel humano y animal. Y que por un tonto descuido, podemos llevar sin quererlo agentes patógenos a otras partes. Si nos gustan las ranas y tocamos una, y después otra, recuerden que no tienen ningún tipo de piel protectora, lo que podemos hacer es trasladando un patógeno de una enferma a otra sana. O simplemente nosotros podemos transmitir un nuevo virus que no nos afecta en nada a nosotros como humanos, pero que salta a un nuevo hospedero, una salamandra, y ésta se reproduce con otra y a la vez le transmite la infección.
En fin, para no alargarnos tanto, el resumen es: si somos amantes de los anfibios, nosotros deberíamos ser los primeros en tratar de protegerlos. Deberíamos no tocarlos, agarrarlos ni jugar con ellos. Piensen qué cantidad de infecciones puede acarrear alguien que agarra una rana tras otra, un sapo, una salamandra, entre ellos. Sólo personas que estén realizando investigaciones con permisos de sus respectivos países, deberían poder manipularlos. Pero en tal caso, cualquier persona que tenga que tocar por cualquier motivo un anfibio (rescatarlo de algún lugar donde no debería estar, salvarlo de un animal doméstico, etc.), debería ser con un guante de látex o nitrilo sin talco, o con una bolsita plástica limpia. Nunca directamente con las manos.
En casos como mostrar un anfibio para un documental, especialmente si se hace con carácter divulgativo, es perentorio y la única manera que demuestra profesionalismo, hacerlo con guantes de nitrilo. Cualquier otra manera no debiera ser aceptada.
Por supuesto, esto produce otro problema. Si usamos guantes o bolsas plásticas para cada rana, y cada una es de un solo uso, estaremos contribuyendo significativamente a la generación de más basura. Por otro lado, hay múltiples maneras de tratar la basura. Yo personalmente pongo los guantes usados en botellas plásticas de agua o refresco hasta que ya no cabe una más, y los guardo para poderlos usar o donarlos a alguien que construya con este material reciclado. Hay países donde sí se reciclan estos productos de goma.
Otro protocolo importante a seguir, especialmente si se va a ingresar en un área donde habita o potencialmente puede habitar alguna especie en peligro de extinción, es desinfectar las botas, utensilios y ropa que va a entrar con uno.
En la Tabla 1 reproducimos los protocolos de Bioseguridad para anfibios aprobados por la Red Chilena de Herpetología, aplicables a cualquier país. Sin embargo, algunos productos tal vez no sean fáciles de hallarse en tu región, por lo que en general, para elementos plásticos, de goma o metal, es válido el cloro al 4% o virkon.
Tabla 1. Estrategias adecuadas para la eliminación de Batrachochytrium dendrobatidis y Ranavirus en estudios de campo. Tomado de Lobos et al. (2011).
Referencias.
Aguirre, A. & M. Lampo. 2006. Protocolo de bioseguridad y cuarentena para prevenir la transmisión de enfermedades en anfibios. En: Angulo, A., J.V. Rueda-Almonacid, J.V. Rodríguez-Mahecha, E. La Marca: Técnicas de Inventario y Monitoreo para los Anfibios de la Región Tropical Andina. Conservation International.
Barrio-Amorós. C.L., G. Chaves & R. Puschendorf. 2021. Current Status and Natural History of the Critically Endangered Variable Harlequin Toad (Atelopus varius) in Costa Rica. Reptiles & Amphibians 28: 1-15.
Lobos, G.A., M. Vidal, M.A. Labra, C. Correa, F. Rabanal, H. Díaz-Páez, A. Alzamora y C. Soto. 2011. Protocolo para el control de enfermedades infecciosas en Anfibios durante estudios de campo. Red chilena de herpetología.
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